Florianópolis: atardeceres, arte, el puente colgante, el centro histórico y leyendas de brujas hacen de Floripa una ciudad encantadora

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By Alejandro San Martín

Cae el sol en el atardecer de Florianópolis buscando esconderse tras los morros. Sus últimos rayos que se reflejan en la laguna son un encantador espectáculo que se puede divisar desde el rooftop del LK Design https://lkdesignhotel.com.br/, tomando un trago junto a su interminable piscina, o bien cruzando la avenida Beira-Mar Norte y observarlo desde su costanera, ideal para los enamorados que se roban unos besos arrullados por el color naranja y rojo,, el azul del agua y el verde de los morros.

Si se está en el hotel, la mejor opción es, una vez terminado el espectáculo natural, bajar al restaurante Osli, que ofrece una propuesta gastronómica innovadora donde se combinan productos de la región.

Y si de oferta gastronómica se trata, Floripa cuenta con una gran variedad de restaurantes que se destacan por sus platos con productos frescos, una combinación con comida internacional, y exquisitas decoraciones que hacen al gusto de los clientes más exigentes, así como al viajero que quiere probar la gastronomía local. Entre ellos destacan el mencionado Osli, Ostradamus, Rancho Açoriano, y Box 32 en el Mercado Municipal https://mercadopublicofloripa.com.br/

Éste último es el verdadero centro social y cultural de la ciudad. Lugar icónico, a sus puertas llegaba el agua, y con ella las barcazas con productos frescos del mar que se comercializaban en el recinto y desde donde salían los transportes que llevaban la mercadería a los diferentes lugares. Hoy en día todo ese terreno ha sido ganado por el relleno.

La historia, como no podía ser de otra manera, es contada con pasión por Rodrigo Stüpp, nuestro guía manezinho, quien muestra imágenes de cómo era el sitio antes de ser rellenado. La hora invita a degustar algún plato, y mientras un imitador de Roberto Carlos canta sin parar en el ingreso al Mercado, nos adentramos y caminamos entre puestos de pescados, mariscos, dulces, legumbres, pastelería, ropa, y todo lo que uno pueda imaginar.

Construido a finales del siglo XIX, este edificio colonial de colores blanco y amarillo, guarda en su interior un bullicioso espacio con más de 100 puestos o “boxes”, y es lugar de encuentro social y espectáculos, además el sitio ideal para tomarse un tiempo de descanso y degustar algunos de los platos más característicos de la zona. Elegimos el Box 32 que, con una atención personalizada, tiene una historia que se refleja en cientos de fotografía en sus paredes donde aparecen estrellas del espectáculo, los deportes y la política, y donde se adivina una donde está el maestro Astor Piazzolla.

A un costado del edificio, la plaza deja al descubierto una gran higuera de más de 100 años de antigüedad, punto de partida desde el cual Rodrigo nos lleva a recorrer el resto del centro. “Es muy fácil -dice- porque es sencillo y se puede caminar mucho. Empezaría a ir a la plaza principal, que se llama Plaza 15, caminar por el mercado , y la calle del artehasta alcanzar el puente Hercilio Luz, inaugurado en 1926”.

En la caminata Rodrigo nos va contando anécdotas e historias, mientras nos maravillamos en un local donde se encuentran las “renderas”, que tejen con una técnica sorprendente, ancestral, delicados encajes de colores. Esta tradición continúa pese a que ha disminuido con el tiempo, y como muestra de orgullo, la ciudad ha construido una especie de techo con la forma de sus tejidos.

Por la Art Street nos dirigimos hacia el puente mientras admiramos los coloridos murales en los edificios de reconocidos artistas locales, mostrando la historia del lugar en composiciones únicas.

Cruzar el gigantesco puente colgante -el mas grande de Brasil y el segundo de América Latina-  es una rica experiencia sensorial. Están los carriles para automóviles, y a los costados un paso para peatones y bicisenda. Las vistas que se adivinan desde el puente permiten observar ambas costas de la ciudad.

Y la noche se cierra con una leyenda que anida en las orillas de Praia de Itaguaçu, otro centro gastronómico de Floripa, donde enormes rocas se posan sobre as aguas. Según cuentan, se trata de brujas que fueron convertidas en piedra.  Yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay. Entonces mejor cruzar el camino e ir a cenar a Rancho Açoriano, y degustar camarones, burrata, pulpo grillado y otras delicias antes de partir hacia Río de Janeiro.