¿La Ley ESI en la mira? 

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La importancia de sostener este refugio en las aulas

Por Eduardo Marostica 

Psicólogo y escritor rosarino. Autor del libro Los príncipes azules destiñen – Supervivencia masculina en tiempos de deconstrucción (Galáctica Ediciones, 2023) y de la nouvelle juvenil El viaje de Camila y otros relatos (2020), declarada de interés municipal y provincial por el Concejo Municipal de Rosario y la Cámara de Diputados de Santa Fe, por el abordaje de la problemática ESI en su contenido.

A raíz del resultado electoral y de acuerdo a las propuestas que planteaba el candidato Javier Milei en su campaña, se encendieron las alarmas en algunos sectores vinculados al ámbito educativo, más específicamente los afectados a la continuidad de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas. 

La ESI se constituye en un dispositivo educativo que tiene su espalda legal en la Ley de Educación Sexual Integral (2006), y como tal no puede ser derogada por un decreto presidencial. Si bien no todas las provincias han hecho propia dicha ley, contamos con gobiernos como el de la provincia de Santa Fe, que implementó desde su Ministerio de Educación directivas acerca de los contenidos propios de esa temática para trabajarlos en los diferentes niveles escolares.

Así como el presidente electo tiene posiciones muy claras acerca de la economía del país y de lo que hay que hacer, los nombres que van a ocupar las diferentes carteras de su gestión despiertan expectativas sobre si serán tan buenos ejecutores para llevar adelante dicha política. 

La lucha contra el abuso no debería tener tregua por diferencias ideológicas entre las diferentes gestiones de gobierno. Para detener este flagelo, es necesario sostener la ESI y esto redundará siempre en la construcción de una faceta humana dentro del aula, frente al horror que sabemos, la mayoría de las veces se genera puertas adentro de las propias familias, que está lejos de contener y cuidar, sino todo lo contrario. 

Hay que considerar que desde la figura del Estado se ordena y regula la vida social, para ello define los lineamientos ideológicos, conceptuales y operativos sobre cómo se ejecutarán sus diferentes políticas. “Baja línea”, como se dice habitualmente. Se debería tener presente este aspecto ideologizante que es intrínseco a cualquier sistema educativo. Y cuando se habla de un tema como la ESI, simultáneamente se habilitan narrativas que tienen tendencias tan moralizantes como ideologizadas.

Una política de Estado siempre tendrá un aspecto ideologizante en todo lo que provenga del mismo, cualquiera sea su color partidario, jamás será neutral. Esta discusión se agita impetuosamente en las campañas electorales, y en esta oportunidad escuchamos relatos donde abiertamente se planteaba lo siguiente: a) los sectores más conservadores, vinculados al espacio de La Libertad Avanza querrán derogar la ESI y discontinuar su implementación; b) quienes son parte del oficialismo usan la ESI para imponer su ideología de género.
Ante estas posiciones aparentemente irreductibles, es inevitable pensar la conflictividad que generan estos temas, en un tiempo donde todo lo privado es político, según el relato feminista. ¿Y cuánto de lo privado corresponde a una última trinchera y reservorio subjetivo de la identidad, como pleno ejercicio que debe sostener la ciudadanía y su grupo familiar? ¿Y cuándo lo familiar y privado se convierte en una coraza o un muro donde hacia adentro se producen y ocultan abusos sexuales y diferentes violencias?

En los años que llevo trabajando sobre estos temas con niñas, niños y adolescentes, he comprobado que uno de los logros más meritorios de trabajar la ESI en el aula, ha sido la sorprendente cantidad de personas que pudieron contar sus historias de abuso sin ser demonizadas ni revictimizadas.

El 19 de noviembre, día del ballotage en nuestro país, también coincidió con el de la lucha contra el abuso sexual infantil. No debería ponerse en duda la efectividad del trabajo de la ESI para alertar y develar el abuso sexual infantil, que comienza a perpetrarse entre los 6 y los 10 años de las víctimas. Por ello es necesario generar espacios donde estas terribles historias cargadas de dolor y espanto puedan contarse de manera cuidada, donde se preserve a las víctimas. Cuando se cree en ese relato, se produce algo como lo que me confió un adolescente: “No podés volver el tiempo atrás, pero te sentís liberado, es como que te sacás un demonio”.

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