Por Sofia Iachini, asesora de imagen y productora de moda @sofia.iachini

Cuando suben las temperaturas, el vestido liviano se convierte en el mejor aliado: fresco, versátil y fácil de elevar o relajar según el styling. Pero no todos funcionan para todo. Aquí, una guía práctica para saber qué usar en la oficina, qué elegir para un fin de semana sin exigencias y cómo transformar lo simple en un look nocturno con fuerza.
En la oficina: frescura con código profesional
El desafío laboral es encontrar ese punto medio entre sentirte liviana y mantener la formalidad. Las telas con caída —viscosa, lino mezclado, poplín de algodón o twill liviano— hacen el trabajo silencioso de darle estructura sin que el look se vea rígido. Los largos por debajo de la rodilla o midi suman elegancia, mientras que los escotes se vuelven más discretos: un recto prolijo, un halter suave o una V apenas insinuada.
Las siluetas también acompañan la idea: cinturas marcadas, cortes en A o rectos con un toque estructurado. La paleta se mueve entre neutros, tierras, pasteles serenos y microestampas que aportan vida sin romper el código.
Entre los modelos que siempre funcionan, el clásico camisero midi se lleva todos los aplausos: impecable, profesional y sin esfuerzo. El wrap liviano estiliza a todas las figuras y permite regular el escote según el día. Y el vestido recto sin mangas es la carta minimalista que combina perfecto con un blazer. Para elevarlos, basta sumar un saco de lino, una sandalia baja o mule cerrado y accesorios geométricos o metálicos, simples y precisos.
Fines de semana: libertad, movimiento y cero exigencias
Fuera del horario laboral, los vestidos se aflojan. La comodidad manda y se nota en las texturas suaves —algodón, gasa viscosa, muselina o jersey liviano— y en los cortes sueltos que permiten moverse sin pensar. Los largos pueden ser mini, midi o maxi, según el ánimo. Las siluetas se expanden: oversize, evasé, imperio, tirantes finos para días de calor o anchos para mayor comodidad.
Las estampas cambian de tono: florales grandes, batik suave, rayas playeras y colores vibrantes que acompañan el espíritu del descanso. El vestido remera oversized es el comodín urbano y fresco; el largo boho aporta ese movimiento ideal para paseos eternos; y la túnica minimal es la aliada de quienes buscan limpieza visual sin esfuerzo.
Para estilizar este mood, alcanzan unas sandalias planas o alpargatas, un bolso de rafia o un tote amplio, y un peinado relajado: ondas suaves o una coleta baja que siga la vibra del día.
La noche: el vestido liviano en modo glam
Cuando cae el sol, el vestido liviano cambia de personalidad. La noche pide brillo, intención y un toque de drama, y las telas acompañan este registro: satén fluido, voile con luz propia, gasa o microtul que suma textura sin peso.
Los cortes se vuelven protagonistas: slip dress al mejor estilo minimal chic, asimétricos que juegan con la mirada, drapeados suaves o espaldas profundas que revelan sin exagerar. La paleta nocturna abraza negros, vinos, petróleo, plateados suaves y tonos joya que iluminan cualquier ambiente. Los detalles —tiritas finas, escotes cowl, pequeñas aberturas— hacen la diferencia.
Los modelos infalibles: el slip satinado, clásico eterno; los vestidos de gasa drapeados o cruzados que aportan elegancia sin rigidez; o los midi con espalda protagonista, perfectos para una sensualidad cuidada. A la hora de completarlo, unas sandalias altas minimalistas o plataformas delicadas, labios intensos o brillo húmedo y una cartera rígida o metálica terminan de sellar la escena.

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