Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello
Probablemente desde antes de la conquista cristiana ya existía un embarcadero en el lugar donde se emplaza hoy en día el puerto de Valencia; y tras ésta, en torno a él comenzó a promoverse la edificación de casas y un muro protector, dando lugar a la conocida como ‘Vila nova maris Valentie’, cuyos habitantes recibieron una exención fiscal otorgada por Jaume I en 1249.
La zona no era nada favorable para la construcción de un puerto o el asentamiento de la población junto al mar. A diferencia de otras poblaciones costeras valencianas, aquí se trata de una playa muy arenosa, de escaso calado y abierta a todos los vientos, lo cual retrasó y dificultó la tarea de construcción de una infraestructura portuaria sólida y duradera hasta bien entrado el siglo XIX. El antiguo cauce del río Turia, si bien navegable para pequeñas embarcaciones que podían llegar a las murallas de la ciudad hasta el siglo XIV, no ofrecía refugio alguno para naves de mayor calado, las cuales quedaban desprotegidas en el golfo de Valencia. A finales del siglo XV, Fernando el Católico concedió al caballero Antoni Joan, a través de un privilegio de 28 de mayo de 1483, el permiso para la construcción y explotación de un embarcadero de madera en la playa del Grao. Era el punto de partida del puerto de Valencia.
La ciudad tuvo una infraestructura portuaria deficiente hasta bien entrado el siglo XIX. A pesar de ello, el tráfico comercial y de pasajeros no dejó de crecer durante toda la Edad Moderna, llegando a superar en volumen comercial al puerto de Alicante durante el siglo XVIII. Precisamente por esto el mito de la ciudad que vivió de espaldas al mar durante estos siglo es una falacia. Con más de 300 días de sol al año, Valencia reúne las playas más bellas de España y una de ellas reúne gran parte de la historia costera de la zona.
La playa de Las Arenas, situada en el perímetro de las instalaciones hoy ocupadas por el lujoso complejo hotelero del mismo nombre, daba al verano de la capital valenciana cierta clase y glamour. Esta playa (o platja de les Arenes, en valenciano) es, posiblemente, la más importante de Valencia.
Con un gran valor icónico, la playa de las Arenas se encuentra entre el puerto de ocio de la ciudad (la Marina Juan Carlos I) y la tradicional Playa de la Malvarrosa.
Entre sus atractivos destaca el Paseo Marítimo, en el que se encuentran algunos de los restaurantes con más tradición de la ciudad.
Los conocidos como “Baños de Ola Las Arenas”, se encontraban en la playa de Levante, en el barrio del Canyamelar, parte integrante de los poblados marítimos. Popularmente fueron conocidos con el pomposo nombre de “Balneario de las Arenas”, a semejanza de los balnearios europeos y españoles que proliferaban en la época. En nuestro caso, los baños termales eran sustituidos por baños más modestos de agua de mar.
La inauguración de los “Baños de Ola” tuvo lugar en 1889 a iniciativa de Antonio Zarranz Beltrán, quien lo construyó como lugar de toma de baños para la burguesía valenciana. Zarranz conocedor de este tipo de iniciativas en el norte de España y en el sur de Francia, levantó unas instalaciones con vestuarios, duchas, merenderos, restaurante, piscina y otros espacios lúdicos encaminados a hacer más placenteros los calurosos meses de verano en la ciudad. La burguesía valenciana por entonces, ya había comenzado a construir casas de veraneo en la zona marítima, los menos pudientes pero con las mismas ínfulas pretenciosas y burguesas, alquilaban barracas y casas de pescadores para los meses de verano. En este ambiente cosmopolita, festivo y burgués nació la idea de los baños de ola.
La oferta lúdica aumentó y mejoró en 1920 cuando el arquitecto Francisco Iranzo, levantó dos artísticos pabellones con forma de templos griegos, al más puro estilo del Partenón ateniense. Uno de los pabellones se dedicaba en exclusiva a servicio de restaurante y casino, mientras que el segundo era usado como sala de baños con grandes pilas o bañeras de mármol, con baños calientes de agua de mar, baños de vapor y de algas.
Durante la guerra civil (1936-1939), la zona marítima valenciana era objetivo de las bombas nacionales, en uno de esos bombardeos (1938) uno de los dos pabellones de estilo neogriego del balneario resultó destruido y ya nunca se volvió a reconstruir. Finalizada la guerra, el balneario ya era una sombra de lo que fue, los años de posguerra no ayudaron a su recuperación y solo la piscina mantuvo cierta actividad veraniega dentro de los rígidos cánones morales de la época. Finalmente en 1993 el balneario cesó toda actividad. Entre 2002 y 2005 el balneario sufrió una total transformación.
Nueva vida a viejas tradiciones
El Hotel Balneario Las Arenas de Valencia, el mejor hotel de la capital y entre los más conspicuos de toda España, se abre con un gozo imponente como un cinco estrellas resort de gran lujo con una ubicación y unas vistas privilegiadas, ocupando un lugar impagable junto al mar.
Nacido con el objetivo de recuperar las playas de Las Arenas y la Malvarrosa en la ciudad ha sido construido sobre el histórico balneario de Las Arenas, fundado en 1898 y es desde siempre un símbolo de la ciudad.
Tomando como base el modelo arquitectónico de los pabellones que albergaron el antiguo balneario, este edificio de corte clásico se convierte en una referencia para todos aquellos que visiten Valencia.
El proyecto, obra de los arquitectos Nebot, Alfaro y Amorrortu, nace con el deseo de devolver a esta zona el esplendor de antaño y tomando como base lo que aún quedaba en pie.
La zona de eventos está formada por dos edificios gemelos del antiguo balneario, de planta rectangular rodeados de columnas uno ya existente y protegido patrimonialmente por el Ayuntamiento de Valencia, rehabilitado totalmente y reconstruyendo el otro en su totalidad igual al original desaparecido en un bombardeo en 1938.
Entre los columnarios y la piscina se construye un edificio de nueva planta con 4 alturas, destinado al hotel propiamente. La construcción y decoración de todo el complejo es de estilo clásico, utilizando materiales de primera calidad traídos de distintos países.
La elegancia y amplitud de sus espacios revelan un modo de vida que mezcla algo de la riqueza de la Belle Epoque y la vanguardia del diseño posmoderno. Su hilera de terrazas al mar brindan una imagen que corta el aliento. Un interior entre selvático y mundano, recrea un concepto de lujo bien entendido, donde vale el goce del entorno, cuando la arquitectura se pone a servicio del paisaje.
La entrada privada al complejo, deja a pasos del paseo costero y la playa de horizonte largo y trecho interminable, con Malvarrosa, otra de las célebres arenas de la zona, a tus pies.
Conectado fácilmente con todos los atractivos que Valencia tiene para ofrecer, además de una propuesta gastronómica tentadora, las terrazas de sus habitaciones invitan a ver morir el día desde una de sus poltronas. Cerquita del paraíso, es el sitio perfecto para sentirse único.