Cuando no elegimos desde la conciencia, lo hace nuestra historia por nosotros
Por Khaterina Basari | Alquimista. Especialista en comportamiento humano
Hay decisiones que creemos propias, pero no lo son. Nos toman.
Nos eligen antes de que podamos darnos cuenta.
Y no se trata de magia ni de azar, sino de un mecanismo profundo que opera en piloto automático: una raíz invisible que muchas veces es más antigua que nuestra propia vida.
Esa raíz tiene nombre: lealtad.
Y aunque suene paradójico, muchas veces no es una lealtad al amor, sino al dolor.
Repetimos lo que no se resolvió.
Amamos como se amó en casa.
Nos saboteamos con la misma precisión con la que lo hizo mamá, la abuela, la tía… mujeres fuertes que lloraban en silencio mientras hacían milagros con lo poco que tenían.
Decimos “sí” con el cuerpo cuando el alma grita “no”.
Elegimos parejas, trabajos, casas o incluso enfermedades que nos mantengan fieles a esa raíz. Y lo llamamos destino. Pero es un patrón.
Las Constelaciones Familiares lo muestran con claridad quirúrgica: el alma no busca la felicidad, busca pertenecer. Y en esa búsqueda puede llevarnos a lugares dolorosos, a elecciones que no comprendemos, a repetir ciclos que ya vivimos una y otra vez.
La Programación Neurolingüística y la neurociencia coinciden: la mente inconsciente automatiza conductas para ahorrar energía. Por eso elegimos lo familiar… incluso si nos lastima.
Desde la Alquimia Interior, el foco está puesto en algo más: la repetición no es castigo, sino una oportunidad. Lo que se repite quiere ser visto. Lo que duele, quiere sanar.
¿Cómo detectar si estamos atrapados en un patrón?
La señal suele estar en aquello que más nos irrita, nos duele o nos frustra. Lo que no toleramos del otro. Lo que se repite en nuestros vínculos. Lo que nos enoja de nosotros mismos.
Ahí, justo ahí, está la pista.
Y entonces pasa algo curioso: el cuerpo reacciona.
Nos llevamos la mano a la frente, suspiramos hondo, fruncimos el ceño. Es un gesto común y ancestral, como si quisiéramos taparnos los ojos ante lo que ya no podemos ignorar.
Ese gesto de vergüenza o incomodidad puede ser también nuestro primer acto de presencia.
Ver el patrón es apenas el comienzo.
El paso siguiente es honrar de dónde viene… y elegir hacia dónde va.
Porque ser libre no es renegar de nuestra historia.
Es tener la posibilidad —y el coraje— de escribir un capítulo nuevo.
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