Por Anabella Díaz, especialista en ventas y creadora del Método de Venta Humanizada @ventahumanizada
La venta clásica nos dejó algunas secuelas que no podemos superar. Y digo secuelas porque por más que el tiempo avance, muchos vuelven a replicar lo que alguna vez funcionó pero que ya no funciona más.
Claro, la venta clásica es la madre de todos los tipos de venta, pero como siempre los padres cometen errores que los hijos no debemos replicar.
Con la pandemia, las personas aprendimos a valorar personas -no todas claro- pero muchos tuvimos una epifanía de lo que importaba realmente y de lo que ya no. Conectarnos con otras personas, valorar los momentos, experimentar en cuestiones espirituales o metafísicas, aceptar, aceptarnos, apreciar la salud mental, entre otras cuestiones que hicieron que la perspectiva cambie y no sólo en nuestra vida personal, sino también al mundo profesional.
La necesidad de ser conscientes y conectarnos trasciende cualquier frontera física, psíquica y espiritual. Y claro, esa claridad no podía dejar de llegar al mundo de las ventas.
Ya no podemos pensar en “persuadir” sino en asesorar, no podemos ser “agresivos” sino comprensivos, ya no va más el vendedor de ropa que te persigue por todo el local, cuando lo único que pretendes es poder tener un momento para entender primero vos lo que querés antes de poder comunicárselo al otro.
Ojo, seamos coherentes, la venta clásica y la venta consultiva son frutos del mismo árbol clásico pero también son maestras, con su lado negativo y positivo, pero de ellas podemos hoy crear corrientes.
La venta no es un propósito, es una necesidad. Romanticismos actuales como “vender sin vender” o “vender con propósito” no son más que un escape, una realidad alternativa inventada por personas que son de otras áreas que no son propiamente comerciales y de pronto quieren agradar a una porción de negocios que quieren seguir postergando lo inevitable: aprender a vender.
Un negocio con propósito claro nos facilita el poder conectar desde la venta con una perspectiva más humana. Pero decir que podemos vender con propósito entra en la línea de persuasión de la que queremos huir.
Hablar de vender sin vender nos convierte en aquello de la venta que eludimos, el vendedor que no le importa más que él mismo, porque si quitamos la responsabilidad del vendedor en el proceso de venta, ¿cómo este podría preocuparse por su cliente si no es activo en la creación de su proceso de ventas?.
Si seguimos alimentando los errores que nos dejaron la venta clásica y la consultiva en lugar de aprovecharlos para reinventarlos en algo positivo, vamos a seguir creando vendedores irresponsables y procesos de venta fallidos.
Humanizar la venta es necesario como también lo es crear conciencia.