Nacida en el corazón de la minería boliviana, en Huanuni, Oruro, un viernes 13 de noviembre de 1992, Nohelia Ross Ticona Rengel, conocida artísticamente como Noya Ross, ha forjado su camino a través del arte con una tenacidad forjada en una infancia dura y un espíritu indomable. Hoy, con 32 años y una carrera musical en ascenso, su historia es un testimonio de superación y pasión creativa.

Infancia en las entrañas de la tierra
La vida de Noya Ross comenzó marcada por la adversidad. La menor de cuatro hermanos (y la única mujer), su infancia en el centro minero fue difícil. A los 6 años, sus padres, acosados por deudas, emigraron para trabajar, dejándola al cuidado de sus abuelos paternos. Fue en ese entorno donde sufrió maltrato físico y psicológico, no solo de sus abuelos sino también de otros familiares. Años después, su padre, Francisco Ticona Rodríguez – un minero, músico, comediante y artista plástico que se convertiría en su guía artístico – regresó para criar a sus cuatro hijos.
El arte como refugio y vocación temprana
Pese a las sombras, el arte emergió como su luz. Desde los 5 años, Noya inició su vínculo con la música cantando en el mariachi de su padre. Paralelamente, su talento para las artes plásticas y el muralismo comenzó a manifestarse desde niña. Sin embargo, el camino no fue lineal. A los 18 años tuvo a su hija, un momento que describe con la sensación de “no conocer aún el mundo”. Posteriormente, vivió una relación de pareja represiva que la mantuvo “encerrada” durante muchos años, sofocando su espíritu creativo.
Rompiendo cadenas: De Santa Cruz a Buenos Aires con 7 dólares
Buscando un cambio, en 2020 se trasladó a Santa Cruz después de vivir en Oruro. Durante dos años se dedicó intensamente al muralismo en la capital oriental. También tuvo una estética (salón de belleza) durante 10 años en total (tanto en Oruro como en Santa Cruz). Pero una sensación de vacío la consumía: “Sentía que moría por dentro al no hacer lo que amaba y le apasionaba”. Fue entonces cuando tomó una decisión radical.
Vendió su negocio, cargó una mochila y un parlante, y con apenas 7 dólares en el bolsillo, emprendió un viaje transformador. Recorrió ciudad por ciudad y provincia por provincia, llegando finalmente a Buenos Aires, Argentina. Durante medio año, su sustento y su expresión fueron la música callejera, presentándose en restaurantes, el subte (metro) y trenes.
El renacer musical
El punto de inflexión llegó cuando cobró un “anticrético” (depósito de alquiler) que había invertido previamente en su estética. Con esos fondos, dio el salto crucial: invirtió en producir sus primeras canciones propias. Este paso marcó el inicio de su consolidación como cantante y compositora.
























Hoy, con 32 años, Nohelia “Noya” Ross es una artista multifacética (cantante, compositora, muralista, estilista) que ha logrado convertir el dolor en inspiración y la adversidad en fuerza creadora. Su fuerte presencia en la escena musical boliviana es el fruto de una vida dedicada a perseguir su pasión contra viento y marea, demostrando que el arte puede ser la ruta más poderosa hacia la libertad personal.
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