La artista argentina presenta en el Consulado Argentino en Nueva York una propuesta que conjuga contemplación, poesía visual y experimentación técnica.
Mirta Gendin expone Paisajes intangibles en el Consulado Argentino en Nueva York, una serie que se despliega como un tejido de luces, atmósferas y memorias suspendidas. Curada por Carla Rey y con asesoría conceptual de Fabiana Barreda, la muestra puede visitarse con entrada libre hasta el 30 de julio e invita a sumergirse en un universo donde lo efímero se vuelve materia sensible.
12 West 56th Street, New York, NY 10019
Entrada libre
El punto de partida de Gendin es la fotografía, pero su proceso excede el registro: incorpora técnicas gráficas, materiales diversos y una mirada que oscila entre lo natural y lo urbano, lo íntimo y lo colectivo. La contemplación es parte de su lenguaje, y su trabajo propone un espacio de pausa, de resonancia, donde lo sutil se vuelve protagonista.
En diálogo con esta propuesta, la artista comparte las claves de su búsqueda:
“Cada imagen es una forma de escuchar lo que no se dice”
En “Paisajes intangibles” trabajás sobre lo efímero, lo sutil y lo que no se puede tocar. ¿Cómo surgió esta búsqueda y qué descubriste en el proceso de creación de esta serie?
—Esta serie nace de una necesidad de registrar lo que no se deja atrapar fácilmente: instantes fugaces, atmósferas, fragmentos de memoria o sensaciones que parecen escaparse antes de ser nombrados. En el proceso, descubrí que trabajar con lo intangible es también una forma de mirar hacia adentro, de hacer visible lo que muchas veces queda en la periferia de la percepción. Cada pieza fue, de algún modo, una manera de detenerme y escuchar lo que no se dice.
Tu obra dialoga con lo natural y lo urbano, con lo orgánico y lo artificial. ¿Cómo influye tu entorno cotidiano, como Tigre, en la construcción de estos paisajes visuales?
—Vivir en Tigre me da una cercanía muy fuerte con el agua, con los reflejos, con una luz que cambia todo el tiempo. Ese entorno me conecta con lo mutable, con lo que se transforma sin aviso. Pero también convivo con lo urbano, con rastros humanos y estructuras que irrumpen en lo natural. En ese cruce —entre lo que fluye y lo que se impone— encuentro una tensión que me interesa explorar.
Muchos de tus trabajos combinan fotografía con técnicas gráficas como el grabado, creando piezas híbridas. ¿Qué te atrae de esa combinación y qué posibilidades expresivas encontrás en ella?
—Me interesa el encuentro entre la imagen fotográfica —más inmediata, ligada al registro— y los procesos gráficos —que exigen tiempo, huella manual—. Esa superposición me permite complejizar la escena, volverla más densa, más táctil. El grabado me conecta con lo artesanal, con el tiempo del cuerpo, y me permite intervenir desde otro lugar.
Los libros de artista ocupan un lugar importante en tu producción. ¿Qué te permite este formato en términos de narrativa visual y poética?
—Me da la posibilidad de unir fotografía, grabado y poesía visual. Es un soporte dúctil, íntimo, que se puede tocar, recorrer con las manos. Me gusta que quien lo explore tenga una experiencia cercana, casi como la que yo vivo al crear.
Has participado en ferias y museos de distintos países. ¿Cómo vivís esta exposición en el Consulado Argentino en Nueva York y qué significa para vos presentar tu trabajo en ese contexto?
—Es una experiencia muy gratificante. Es un espacio distinto, donde las piezas pueden respirarse con más calma. El salón y la biblioteca acompañan y realzan la propuesta. Es un orgullo, como artista argentina, poder mostrar mi obra en un lugar que representa al país. Estoy profundamente agradecida al Consulado y a su equipo por la dedicación y el cuidado.
Tu obra ha sido comparada con la poética visual de artistas como Sugimoto o Sally Mann. ¿Hay referentes que hayan marcado tu recorrido o a los que vuelvas frecuentemente?
—Sí, hay muchos nombres que me inspiran: Federico Klemm, Georgia O’Keeffe, Leonora Carrington, Pina Bausch, Yayoi Kusama, Mona Kuhn, Helio Oiticica, Olafur Eliasson, Eisuke Negishi, entre otros. Cada uno, a su manera, me conecta con una sensibilidad, una intensidad poética o un lenguaje visual que me nutre.
¿Qué lugar ocupa la contemplación en tu proceso creativo y qué buscás despertar en quienes se detienen frente a tus obras?
—Es central. Busco que quien mire pueda entregarse a una experiencia sensible. No se trata de imponer una idea, sino de abrir un espacio donde algo íntimo pueda surgir. Algo que no siempre se puede nombrar, pero sí sentir.

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